jueves, 4 de agosto de 2011

Harry's

Tengo muchos reviews pendientes de escribir pero he de confesar, mi temporada de cambios me tiene completamente aislado de la posibilidad de compartir con ustedes mis últimas experiencias culinarias, tanto buenas como malas.

La que quiero compartir con ustedes, es una de las mas nostálgicas que puedo tener.

Capítulo 1; conociendo a Harry’s.

Yo conocí Harry’s mas o menos cuando tenía 6 años de edad y lo frecuentaba con mi Papá todos los fines de semana que me iba a entrenar esquí a Teques y al regresar, pasábamos a cenar a Cuernavaca casi siempre ahí. Era un clásico restaurante de Grupo Anderson’s (si no es que de los primeros) decorado con ese desenfado que los caracteriza y con su institucional combinación de colores verde y blanco.

Ahí era yo feliz con dos platos: ostiones cárdenas y huesitos BBQ. Realmente son platos que marcaron mi infancia y disfruté su sabor, pero por sobre todas las cosas, ese momento una vez a la semana que podía yo comer como troglodita con las manos y sin tener a mi mamá que me estuviera cagando por embarrarme cual cerdo. Para mí era un verdadero placer terminar de comer y extender mi servilleta de tela y entre más sucia la dejaba, más satisfecho me sentía. Era como Picasso viendo el resultado final de su obra Guernica.

Más o menos cuando cumplí 14 años mis idas a entrenar a Teques y por consecuencia mis cenas en Harry’s cesaron por razones estrictamente familiares, no imputables a mi familia. Ni pedo.

Al paso del tiempo tuve una novia que vivía en Cuernavaca y cuando le platiqué mis aventuras en Harry’s, simplemente no lo podía creer. Y es así porque a ella le tocó conocerlo ya como un antro de quinta categoría con gente de ínfima calidad y de dudosa procedencia. Gente que fue después, me confirmó que ya no era ese lugar que yo conocí.

En cuanto a Grupo Anderson’s, es de destacar que sus restaurantes pueden no ser impecables en la comida, lo que si lo son en el servicio. Ese concepto de que el mesero es tu “cuate” que te va a llevar de comer, es buenísimo.

Capítulo 2; Harry’s ¿pirata?

En una ocasión recién nacido Pichicuaz (finales de 2006) decidimos emprender un viaje familiar a San Miguel de Allende, Guanajuato. Fuimos los 4 con ánimos de pasarla a todo dar y el resultado fue un viaje tedioso en donde nadie logró pasarla bien. En el hotel había un Spa y al quererme dar un bien masaje, contraté el de piedras calientes. La hija-de-puta de la masajista me frió la espalda porque las pinches piedras estaban ARDIENDO.

En fin. La tarde que llegamos fuimos a buscar dónde cenar y para mi sorpresa, me encontré con Harry’s. Chale. Cualquier persona que entienda de cuestiones legales de marcas, empezará a tratar de dilucidar cuál es la situación de la existencia de más de un Harry’s.

Y si. Harry’s de San Miguel de Allende no tiene relación con Grupo Anderson’s (cuando menos así me lo avisaron) y el concepto era completamente diferente. Por tanto, y cuando menos en mi mente, existían ya 2 Harry’s en México: el de Cuernavaca y el de San Miguel de Allende, cabiendo aclarar que son conceptos ligeramente diferentes.

En Harry’s San Miguel de Allende el menú es tipo gringo-cajun y comí lo que en México, por primera vez encontraba: carne añeja por 21 días y el recuerdo fue que la carne estaba verdaderamente fantástica. Un rib eye de un marmoleo exquisito y cocinado a perfección. Mis referencias de carne añeja en aquél entonces, eran el Smith & Wolensky’s de NY y Las Vegas y Mastro’s en LA. Es decir, la que me comí en Harry’s San Miguel de Allende, no tenía madre.

Recuerdo que el precio fue increíblemente razonable. Es decir, una relación precio calidad excelente.
Sorpresa, hay otro Harry’s en Querétaro.

Capítulo 3; otro Harry’s.

Hace poco tiempo me enteré que abrieron Harry’s en Polanco. La primera pregunta fue: El de Cuernavaca o el de San Miguel de Allende. Después, leí que era una nueva propuesta y apuesta del Grupo Anderson’s, creando un concepto completamente distinto al de Cuernavaca.

Algo así como ocurrió en Lacoste en México. Cuando fue marca nacional, era marca chafísima. Tanto así que cuando finalmente logró entrar Lacoste (la francesa) a México, los dueños dejaron pasar varios años antes de poner una boutique y así lograr reposicionar la marca de la pésima impresión que dejó en los consumidores.
Ahora, existiendo tantos nombres, ¿por qué Harry’s? No lo se.

En fin, los comentarios que he leído de Harry’s son de esos que no me han hecho insistir en lograr una reservación. Como que los lugares que inician como llamarada de petate me dan mala espina, aparte que los comentarios se centren en su “raw bar” y carne añeja, pues, es como la primera vez que llegó McDonald’s a México. Había que ir a chingarse una para estar a la moda.

A la fecha no lo conozco y lo conoceré solo en caso que sea necesario.

Capítulo 4; Harry’s nos invade.

En días pasados pude ir a ver a mi amigo Nohoch a Playa del Carmen. En una de esas que estábamos discutiendo dónde poder ir a llenar la barriga de modo elegante, mencionó Harry’s. Coño, no puede ser. Pensé a cuál carajos se refería, si al de Cuernavaca, al de San Miguel de Allende, al de Querétaro o al de Polanco.
Al ver mi cara, me aclaró con ese tono de voz que lo distingue de no-seas-tan-pendejo que Harry’s Cancún, era el chingón y que el de Polanco era una sucursal. Me doy.

Desde luego que no entré en mayor detalle con Nohoch, pues me pude haber llevado mas insultos a mi poca inteligencia.

Bueno, pensé, es momento de descifrar el mito de Harry’s (Polanco, Distrito Federal); y qué mejor que hacerlo con el que le dio origen. Y así inició la aventura que finalmente me digno a reseñar:

Era lunes a las 14:00 horas y como era de esperarse, estaba vacío. El lugar es un steak house increíblemente bien logrado, combinación de maderas obscuras, piel y ladrillo que no falla. Es decir, desde que uno llega sabe que está en un restaurante en donde hay carne.

Nos dieron una mesa muy agradable junto al ventanal que da a la laguna. Y llegó el primer mesero a pedir las bebidas. Como es mi costumbre pedí un Glorioso Tequicheve y Nohoch, para brindar por su promesa de no tocar gota de alcohol en agosto, pidió una cerveza (era 1º de agosto). En fin.

Trago en mano se aproximó un mesero que nos trajo el pan que son unos bollos recién sacados del horno, sal de grano y como 14 y meda cucharadas de mantequilla derretida. La neta no se me antojó nada. Al parecer a Nohoch no se le hizo tan buena, pues de 4 piezas, sólo se comió la mitad de 1. Trajeron también un cesto de pan con diferentes panecillos, del tipo de melba, como con queso parmesano. Duros que estaban nomás así, sabrosos pero buenos para controlar el hambre.

Llegó inmediatamente después el mesero con la charola de las viandas que sugieren a modo de entrada, presentando de manera estelar la cola de langosta, curiosamente lo mas caro. Ahí es en donde me empieza a dar para abajo; el hecho de que siempre quieran atar lo bueno al precio mas alto, me molesta mucho. En fin, la 5ª opción fueron las patas de cangrejo de Alaska y decidimos comerlas. Llegaron después con la charola de los cortes, en donde tenían dos de carne añeja (ya se le veía viejita), cortes de Rib Eye y New York. Ambos, pedimos un New York. Rematamos con unas espinacas a la crema.

Hasta ahí, la cosa normal y las expectativas creciendo. Claro, cuando se empiezan a ver los precios uno piensa que lo que comerá lo vale en cuanto a calidad de ingredientes y preparación.

Bueno. Here I go.

Como ya lo mencioné, tenía bastante hambre y estaba yo dando cuenta con el panecito de la canasta. En eso estaba, es decir, comiendo de la canastita el pan; o sea, en gerundio; acción que transcurría en el momento, cuando un mesero hijo-de-puta me quita el canastito para ponerlo lejos de mi alcance, para poner una pinche servilletita de cagada que recibiría el super plato con las patas de cangrejo. Como pinche perro. Con el sarcasmo que me caracteriza potencializado con Nohoch, hice un ademán como tratando de extender el brazo con la mano extendida y con poder de telequinesis hacer que la canasta de pan volviera a mi. Mi sarcasmo y mi ademán fueron insuficientes para hacerle notar a aquél cabrón que me había quitado del hocico la comida que me estaba metiendo a la barriga.

En fin. Mientras aquello transcurría, los meseros nos llevaron salsa Maggi, Tabasco, Lea & Perrins y Búfalo a la mesa. Ah chinga! Voltee a ver a Nohoch y le pregunté: pediste cebiche?? A lo cual el amable mesero intercedió: no señor, es para las patas de cangrejo de Alaska. Más bien, es para romperle la madre a las patas de cangrejo de Alaska comentamos mi amigo y yo. Pero bueno, llegaron las patas de cangrejo!!!!!! Y aquí me detendré a analizar un poquito el tema semántico:

Patas, implica plural. Es decir, más de una pata deben de ser dos patas completas y así podrá definirse al plato como “Patas de cangrejo”. Caso contrario, es decir, que fuera una pata y parte de otra, podría decirse como “Pata de cangrejo y un cacho de otra”; o “pata y media” o de plano “tomada de pelo”.

Si, lo que recibimos fue una construcción arquitectónica hecha en un plato hondo transparente con hielo, chulísimo de por cierto, con 1 pata y ¾ de otra. Así, dimos cuenta con LA PATA DE CANGREJO DE ALASKA Y EL PEDAZO DE OTRA, que estaban como regularmente suelen estar; mientras el cangrejo sea de Alaska, sabe delicioso. Sólo hay que cocerlo y servir frío.

Desde luego, no utilizamos las pinches salsas para romperle la madre al cangrejo. En su lugar, distrajimos a los meseros que estaban platicando a unos 5 metros de nosotros para que nos trajera tantita mantequilla derretida. Cabe aclarar que el mesero atendió hasta la cuarta llamada, habiéndole agitado la servilleta. Seguramente habrían estado en un importante debate. Llegó la mantequilla en una salsera de metal horrible y el resultado fue el esperado: Pata de cangrejo de Alaska y otro cacho de otra, con mantequilla derretida y gotitas de limón amarillo, una delicia.

Para continuar con mis impertinencias llamé nuevamente a mi mesero Sócrates (no se llamaba así, pero departía con sus compinches como tal), quien después de 4 insistencias se aprestó amablemente a mis burdas peticiones: una copa de vino tinto, para lo cual le pregunté cuáles tenían y después de una larga vuelta, regresó con la carta de vinos y me comentó que las que se venden por copa, están listadas en la página “3”. Oh my god!!!! Dije, $11,700 pesos por una copa???? NO MAMEEES!!!! Desde luego que exageré mi reacción para hacerle notar a Sócrates su error, pues me había señalado la página de los vinos gringos, particularmente de Robert Mondavi (ahora si, no mames). Malencarado por mi sarcasmo, me indicó la página adecuada que desde luego no era la “3” y pedí mi Casa Madero Shirah que no tiene pierde.

Llegó la carne. Nohoch la pidió “medio rojo” y yo “medio”. Llegó medio para él y 3/4 para mi. Mi amigo Nohoch se cagó de la risa y me comentó que para evitar el error, siempre la pide “medio rojo” para que le llegue “medio”; es decir, tiene una técnica para evadir el error del pendejo del parrillero, lo cual es una audacia necesaria en este lugar para recibir las cosas como las quieres. Yo me lo tragué 3/4 porque ya no daba tiempo del cambio. El avión me esperaba.

La carne me da la impresión de que fue sellada en la parrilla y terminada en horno, buscando el punto Black and blue, rematada con un poco de mantequilla. Error. En general estaba buena, pero definitivamente no es la carne añeja a la que estoy acostumbrado a comer. Vamos, hasta la del otro Harry’s (el de San Miguel de Allende) estaba bastante mejor.

Las espinacas a la crema no vale la pena ni mencionarlas. Chafas.

La cuenta fue acorde a lo esperado. Muy caro rompiendo toda relación precio-calidad. El servicio muy malo de acuerdo a lo que pagas, a lo que esperas y peor aún, a lo que prometen y como Grupo Anderson's se comprometen.

Me enteré que hay otro Harry’s en Acapulco, que es hijo del de Cancún y hermano del de Polanco, nieto del de Cuernavaca, que constituyen la familia de los super new rich in town; mientras que los de San Miguel de Allende y Querétaro, cuando menos el primero de estos dos, con un perfil mas bajo, cumple sin tanto pedo con su cometido.

He dicho.